#6 – (Casi) todo sobre mi FOMO
Abundancia, escasez y cómo intentar gestionarlo
🔊 Si lo prefieres, tienes aquí la versión audio de esta entrada, leída por mí.
----------------
Recuerdo cuando, hace ya mucho tiempo, hijos míos, ya me había leído todos los libros apropiados para mí de la casa, así que volvía a hacer otra ronda con los de mi estantería. Recuerdo revisar la revista del Círculo de Lectores y elegir el libro que podría pedir esta vez, guiándome por la portada y poco más. Cómo olvidar la alegría al ver que iban a emitir por la televisión alguna película que quería ver (cómo olvidar los cortes de publicidad a traición en los peores momentos, cómo perdonar ese quedarme a la merced del programador, sin saber cuánto tiempo me llevaría acabar la película, a qué hora podría irme a la cama o hacer otra cosa después), o cuando estaba disponible en el videoclub del barrio. Recuerdo, ya de adolescente, las cábalas que hacía para decidir si compraba un disco o no, después de obligarme a haber escuchado no menos de dos singles en la radio, sin saber qué más me darían por mis buenos veinte euros. Recuerdo cuando, en el mejor de los casos, el plan era quedar, y luego ya veríamos lo que haríamos. Reconozco que todo esto puede tener un encanto que es fácil de romantizar, pero la verdad es que no lo echo de menos en absoluto, salvo lo último, que ahora mismo me resulta ciencia ficción.

Sin embargo, con la abundancia y disponibilidad de planes y de contenido (perdón por la palabra, que suena ya tan mal) que han llegado a nuestras vidas en los últimos lustros lo complicado ya no es encontrar algo de nuestro agrado para disfrutar, sino elegir, entre todas las opciones disponibles, qué será lo que más nos vaya a gustar (cómo saberlo antes de verlo), o esté más de moda, o por el contrario sea más exclusivo, o nos vaya a aportar más intelectualmente, o nos haga saldar una deuda cultural imperdonable… De ahí el conocido chascarrillo de estar más tiempo mirando y debatiendo sobre el menú de Netflix (multiplíquese por cuantas plataformas se esté pagando actualmente) que efectivamente viendo algo, o la deriva inevitable que a tantos nos lleva a prácticamente profesionalizar nuestro tiempo de ocio, ya de por sí escaso, y volver a tachar tareas y compromisos, arrebatándonos todos los beneficios lo lúdico.
Hay tanto bueno y apetecible (actual y pasado) que ahora el bien escaso no son los libros disponibles, las películas o series (o vídeos en general, o tuits, o gifs…) o los planes y compromisos (incluso en tiempos pandémicos), sino el tiempo para disfrutar de todo ello... todo lo contrario que aquellas tardes eternas de la infancia, coronadas por la losa del “me aburro”.
Así que necesariamente hay que elegir, y toda elección conlleva una renuncia. Intelectualmente sé que esto es así, pero creo que no he acabado de interiorizar todavía que hay cosas que no voy a poder ver, leer, escuchar o hacer nunca. Nunca. Para mí, que siempre me he considerado curiosa, que me ha gustado asomarme a casi todo, al menos para saber de qué iba, esto me da un poco de vértigo. ¿Y si me estoy perdiendo algo que puede aportarme? ¿Seré siquiera consciente de ello? ¿Qué ideas, qué relación de ideas no llegaré a tener por seguir un capítulo más o no, por escoger un libro de esta lista de recomendaciones y no otro, por escrolear un poco más abajo en una red social, por pinchar o no en un link que me llama más o menos la atención? ¿Qué reflexiones más o menos interesantes me perderé por no suscribirme a tal o cual newsletter? ¿Superaré este vacío? ¿Se va la culpa, también por esto, alguna vez?
Estas decisiones las tomamos cada día, pero en estas fechas, a finales de año, donde proliferan atronadoramente todas las listas de lo mejor del año en diferentes campos, la sensación de dejar pasar cosas buenas, las mejores de todo el año, nada menos, se hace más evidente. Que quede claro que estoy muy a favor de seleccionar lo que merece la pena, según cada cual, en el ejercicio de hacer balance y que no todo pase tan rápido que quede anticuado desde el momento de su lanzamiento. Pero sí, hay de todo: las mejores series, películas, discos, planes, chocolates, zapatos, regalos, adornos de navidad, novelas, cómics, videojuegos, las noticias más relevantes, los virales más impactantes… He dudado si enlazar algunas o no, pero finalmente he decidido no trasladar mis deudas y culpas a los demás.
Mi propósito en los últimos tiempos es tratar de relajarme con este tema, dar con buenos “recomendadores” (me resisto a hablar de “curadores de contenido”, madremía), celebrar tener a mano tanta información sobre lo bueno y disfrutar de lo que sí tengo tiempo de disfrutar, estar presente en ese momento y no pensando en “bueno, pues ya lo he visto/leído/hecho, a ver qué es lo siguiente”. Casi nada, cabecita. Y, lo que creo que me va a ser más eficaz, replantear mi “me estoy perdiendo muchas cosas buenas” y reconvertirlo en un “hay tantas cosas buenas que aún no he disfrutado, que con prácticamente todo lo que tengo por delante me lo voy a pasar bien”.
Por mi parte, desde el otro lado en las últimas semanas, confío en que este Boletín Revuelto no sume presión a nadie, sino que aporte entretenimiento, reflexión y buenas recomendaciones. Ya me dirás.
💭 Su ración de humor gráfico, gracias
Tom Gauld es de mis viñetistas favoritos actualmente; suele dar donde duele con gran precisión. Para el tema que nos ocupa hoy, dejamos anotado brevemente que este miedo a perdernos cosas (o, más bien, a que elles se lo pierdan) empieza desde bien temprano.
🏡 Cosas de mi casa
Esta semana he sentido el orgullito de la aprobación cuando Mercedes Zubizarreta, en su lista de recomendaciones de regalos para estas navidades (para quien guste: está en los destacados del perfil de Zubi, aunque no sé si los dejará indefinidamente), ha elegido, de todos los disponibles, el mismo reloj de Vitra que corona mi salón: Night, diseñado en 1947 por George Nelson.
Me hace gracia la referencia a Mad Men, las imágenes promocionales tan llenas de estilo y buena vida, cuando lo que me hizo ponerme a buscar un reloj que, por circunstancias (nos atrevimos a volver a mi adorado Gijón, esta vez con bebé, y esos geniales seleccionadores de cosas bonitas que son en Genunine me lo presentaron), acabó siendo precisamente ese, fue que ElMayor tenía pocos meses y yo todavía me pasaba horas en el sofá sin poder moverme, muchas veces, sin atreverme siquiera a mover las manos en busca del móvil para no despertarlo, y no tenía forma ni de saber la hora (la gestión del tiempo en los primeros meses de vida de un bebé es un universo aparte). Todos esos contrastes lleva dentro de sí mi reloj.
🩹 Pequeña mejora semanal
Quiero celebrar y felicitarme por haberme quitado de encima una tarea que llevaba retrasando mucho tiempo, casi tanto como los 15 meses y una semana que tiene ahora LaPequeña: actualizar mis gastos e ingresos. Desde que cobré mi primer sueldo beca, y tenía cierta previsión de irla a cobrar los siguientes tres meses, comencé a apuntar, entonces en un Excel, todos mis gastos y mis discretos ingresos. Nada revolucionario (tampoco me dio por buscar cómo se hacía “profesionalmente”; milenios de humanidad de experiencia quizás me habrían ayudado en algo…), pero di con un sistema propio que me permitía ser consciente de cada céntimo, literal, planificar gastos futuros, asignar ciertos porcentajes al ahorro… Todo lo que, tiempo después, he comprobado que los que saben recomiendan para tener unas cuentas sanas, se gaste poco o mucho: saber lo que tienes y a qué lo destinas. Bueno, pues llevaba un año y pico sin pasarlo (por suerte sí apunté los ya cada vez más escasos gastos en efectivo), y ahora el universo, o esta parte al menos, vuelve a estar en orden.
🥖 Cómo como
En estas fechas tan señaladas, en las que lo difícil es dejar de comer cosas ricas, añado una novedad este año, que sospecho que se va a volver tradición en las próximas navidades, siguiendo, como os decía, a buenos recomendadores (creo que le quito las comillas y me quedo la palabra). Me gustan los polvorones; los turrones o los mazapanes me dan más igual, paso sin ellos perfectamente, pero los polvorones me pirran.
Hace un par de años tuve la suerte de probar los de Aliter Dulcia (tengo una larga historia con ellas que, de nuevo, empieza en Gijón) y, como acostumbran, fueron un exceso maravilloso; “sin raquitiqueces”, se enorgullecían. Bien, pues lo que traigo hoy es lo contrario: lo sencillo, pulido, casi destilado, hecho, en este caso, mantecado: Felipe II. Me habéis ganado para siempre, majestad.
Esto es todo por hoy. Bebe mucha agua, no te añurgues.
Salud.