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La rutina tiene mala fama, pero creo que es porque se da por hecho que se refiere a obligarnos periódicamente a cosas que no queremos. Pero ¿y si pudiéramos hacer todos los días algo que nos apeteciera? ¿Tendríamos el mismo problema? Por supuesto que no. El problema no es de la rutina, sino de las tareas que no nos gustan.
Pocas cosas te hacen darte cuenta tan a lo bestia de que eres adulto (o de que, al menos, debes comportarte como tal) que ser dueño de tu tiempo, responsable de lo que haces cada día. De la hora a la que te acuestas y a la que te levantas (aunque con bebés esto es otro cantar); de si te llevas un libro en el transporte público o miras el móvil; de lo que compras para comer, de lo que finalmente cocinas. Nada de esto es malo o bueno por sí mismo, pero sí te acaban llevando por caminos diferentes si se convierten en un hábito; con eso, cada cual, que juzgue.
Para mí la rutina es lo que me he ido fabricando poco a poco, probando y probando, para hacer lo básico de la mejor forma posible. Lo que describo a continuación son algunos aspectos de mi semana ideal, lo que significa que rara vez se cumple todo, ya sea porque cambiamos de planes o porque, cómo no, surgen imprevistos o porque, sinceramente, hay días en que la cabeza o el cuerpo no dan más de sí.

Lunes
Me he pasado media vida llegando tarde a los sitios y esto cada vez me agobiaba más. El truco para solucionarlo no es nada revelador, simplemente hay que ponerlo en práctica: prever y anticipar, y para empezar bien la semana para mí ha sido fundamental currármelo un poco los domingos por la tarde y ver qué nos espera en los siguientes siete días y qué objetivos queremos conseguir.
A mí me ayuda muchísimo tenerlo todo apuntado, pero no me refiero a las citas puntuales, sino también las que se repiten cada cierto tiempo: tareas anuales, trimestrales, mensuales, semanales y diarias. Con ejemplos: tengo un recordatorio cada noche de domingo a jueves para que no se me pase preparar la ropa de los niños del día siguiente (eso desbarataría nuestro baile por la mañana y, por ejemplo, tendríamos que desayunar precipitadamente, algo que me sienta fatal), una nota con qué lavadora toca poner hoy, pero también me aviso de si es ya momento de pedir cita de mi revisión con mi oftalmóloga cada enero o el cambio de armario de primavera y de otoño; según hago cada una de esas cosas, dejo apuntado cuándo vuelve a tocar; lo pienso en ese momento y nunca más hasta que me toque hacerlo de nuevo. Es mi forma de lidiar con la carga mental.
La clave de todo esto es que cada una de esas tareas, que son muchas más de lo que parece en un principio, tiene una recurrencia periódica, como casi todo en el funcionamiento de un hogar. Por eso ocuparse de la casa es como vivir en el Día de la Marmota (por cierto, ha sido esta semana, el 2.2.22, aunque la marmota en cuestión murió horas antes, agarrémonos con estos presagios), porque son todo ciclos que no se acaban: la comida (preparación, compra, limpieza), la ropa (ordenar, lavar, tender, doblar), limpieza de la casa en general... Sin embargo, con un poco de previsión podemos intentar distribuir todas las tareas recurrentes en el momento en que mejor nos venga, bien sea para quitárnoslas de encima cuanto antes y pasar a otras cosas, o bien para disfrutarlas cuando mejor cuerpo tengamos para ello. Por supuesto, a todo este mogollón hay que sumar las tareas que sí son puntuales, que generalmente tenemos más en cuenta.

Esta es otra de las ocasiones en las que parece que apuntar todo da más trabajo que no hacerlo; reconozco que mi Google Calendar y mi Clickup dan un poco de miedo de primeras, pero créeme que merece la pena (y me alegré al comprobar que no soy la única): no quiero tener que estar pensando todo el rato en “tengo que hacer”, “que no se me olvide…” o, peor, que me deje algo importante sin hacer por no haberlo apuntado. Y ver por la mañana todo lo que tengo que tachar hoy me da la tranquilidad y paz mental para hacer realmente lo que tengo que hacer.
Nuestros lunes son tan movidos (pereza y cansancio por ser el día que es, rutina exigente para pequeños y mayores en coles y trabajos, extraescolares y terapia que no podemos dejar de hacer) que sabemos que no tendremos tiempo para pensar ni preparar nada en cuanto eche a andar el reloj, así que lo mejor es tenerlo todo previsto antes.
La parte buena de tanta intensidad los lunes es que ya hemos completado muchas de las obligaciones importantes de la semana, así que esa satisfacción nos da impulso para seguir.
Finalmente, cuando llega la noche, intento vencer la pereza por última vez en el día y regalarme un capítulo de algo que no sea de consumo fácil pero que sepa que sí me hará disfrutar y que me alegraré de haber visto. Estas semanas está siendo la segunda temporada de Euphoria. Y vaya si compensa.
Martes
En el segundo día de la semana, por suerte, no solemos exigirnos mucho más que ser capaces de volver a ponernos en marcha después de los lunes, tan intensos en nuestra rutina semanal, y cumplir con las labores, con esas pequeñas tareas que conforman nuestro día a día, que no por ser repetitivas son menos importantes, tanto en lo profesional (suele ser de mis días más productivos) como en lo familiar.
Las rutinas nos dan seguridad y, en la infancia, más todavía. El ejercicio poco agradecido de no dejarse llevar por la pereza es el que acaba marcando la diferencia, no tengo la menor duda.
Si hay tiempo y ganas, el martes suele ser buen día para tachar alguna de esas tareas mensuales que nos hacen la vida más fácil, como elaborar el menú mensual. Sé que de primeras parece un trabajo sin sentido; para quien no se organiza los menús, porque de pronto pensar en un mes entero supone un mundo, y para quien lo piensa semanalmente, porque parece que no va a haber mucha diferencia respecto a lo que ya hace. Pero, en mi opinión, merece la pena, como explicaré más adelante.
Miércoles
Algo de lo que estoy muy orgullosa es de hacer entrenamiento de fuerza cada semana. Raro es el día que me apetece empezar, sinceramente. Incluso esa mañana, cuando repaso cómo será mi día, se me escapa un suspiro al comprobar que hoy me toca levantar las pesas, controlar y hacer trabajar mi faja abdominal (quedó bastante maltrecha tras los embarazos) y comprobar que mi concentración sigue siendo un desastre al perderme constantemente contando repeticiones. Pero lo hago. Y me hace muchísimo bien. Lo noto el 90% de las veces al terminar esa hora pero también a largo plazo; llevo con esta constancia desde junio, cuando hacía pesas levantando a LaPequeña, porque no toleraba separarse de mí, y desde hace meses me siento ágil y fuerte, y además me veo bien. Sueno como una sobrada, pero quiero premiarme por estar consiguiendo esto. Me he pasado toda la vida razonablemente sana y normativa gracias a mi genética, pero ha llegado el momento de ganármelo un poco por mis propios medios también. El precio es no dejar de hacerlo.

Si alguien tiene dudas sobre la importancia del entrenamiento de fuerza, especialmente en las mujeres, al contrario de lo que siempre se nos ha dicho, por favor, escuchad a la Mitre, porque ella y los profesionales a los que entrevista, casi de cualquier campo, dan innumerables razones para hacerlo. Ánimo y a por ello.
Jueves
Ya notamos todos el cansancio acumulado y es días de cerrar muchos de los objetivos de la semana (entre ellos, este Boletín que estás leyendo). La semana está casi hecha, pero hay que aguantar el sprint final.
Todas esas pequeñas tareas semanales que conlleva, por ejemplo, llevar una casa, intento que estén distribuidas a lo largo de la semana. Por un lado, para irlas haciendo de a poquitos y que no se acumulen (no lo hemos conseguido en todos los campos, pero estamos en ello) y por otro, para no vernos obligados a hacerlas en fin de semana, y poder descansar y disfrutar de ese tiempo todo lo posible.
Por ejemplo, para esta casa, que sea jueves implica que hoy recibimos la fruta y la verdura de toda la semana (el frutero del mercado vive cerca y nos la trae, albricias) o que hay que preparar las sábanas limpias, porque mañana es día de cambiarlas, y revisar la ropa clara, porque una de cada dos semanas tocará lavadora de blanco. También hay que tener la mochila de natación de LaPequeña con todo lo necesario y la ropa de ElMayor tiene que ser sufrida, porque le toca huerto en el cole.
Viernes
No he leído el famoso libro de La semana laboral de cuatro días, pero creo yo he encontrado mi equilibrio exactamente en los cuatro días y medio (para bien y para mal, yo decido más o menos mi horario). En esa mañana del viernes, si he cumplido con lo planeado, me la dejo para hacer repaso de la semana y prever la siguiente. También aprovecho para planificar ocasiones como las navidades (con una plantilla de tareas que ya guardo de año en año; supongo que es otra forma de cumplir con las tradiciones), cumpleaños, celebraciones, próximos viajes, revisar la agenda cultural de mi ciudad… o hacer balance del mes, o del trimestre, según toque. Intento también darme un poco de tiempo y repasar lo que me propuse en el pasado, ver cómo avanzo… Para mí esto es muy importante anímicamente, porque son tantas las cosas que hay siempre por hacer que he comprobado que necesito regalarme un momento para ver lo que efectivamente he hecho y conseguido.
También es el día de obligarme a cerrar las pestañas del navegador (todavía no lo consigo siempre) o de hacer selección de las fotos que hice durante la semana (no lo consigo casi nunca), para no acumular sin fin, antes de escaparme a una hora de tenis (que retomé en octubre después de, atención, veinte años) y, con suerte, tener una tarde sin prisa y ya consagrada al ocio familiar, con los horarios más relajados.
Uno de mis objetivos de este año es ver una película a la semana, y suele ser el viernes o el sábado si los peques se duermen a horas razonables. Con lo que yo he sido. Una vez más, el objetivo es vencer mi pereza inicial que me llevaría a ver lo último facilón de Netflix para ponerme algo que sé que acabaré disfrutando, precisamente, porque me hará trabajar la cabeza… o no, porque será simple disfrute con todas las consecuencias. Una vez más, pequeños gestos que, a largo plazo, tienen consecuencias. Además, como ya hablamos, tengo tanto pendiente por ver que sé que casi cualquier cosa que elija de esa lista de pendientes estará razonablemente bien.
Sábado
La norma es que no hay normas, que es tiempo de disfrutar, desde el viernes a mediodía hasta el domingo por la tarde. Pero no es tan sencillo, incluso para disfrutar quiero hacerlo bien: una de mis tareas semanales de los jueves es tener algo mínimamente planificado para el fin de semana. Ese algo puede ser desde un viaje a “quedarnos descansando”, pero siempre tratando de no tener que decidir precipitadamente; como en tantos aspectos de la vida, contar con un pequeño margen de tiempo para pensar acaba marcando una diferencia enorme.
Domingo
Los domingos por la tarde tienen mala fama. Yo los he sufrido durante años, con esa melancolía adolescente al borde del abismo. Pero me he reconciliado con ellos. Es momento de aterrizar y de preparar la semana que está a punto de empezar. A por ello.
Lo que intento con todo esto es tener organizado las cosas que sí o sí hay que hacer, o las que está bien hacer de vez en cuando, para dejar el máximo tiempo y energía al resto, al trabajo que marca la diferencia, a lo que nos da mayor placer. Puesto así todo seguido parece muchísimo y que llevo la casa y la familia como una factoría de tornillos, pero lo hemos ido montando todo poco a poco, viendo qué era lo que mejor solución daba a cada pequeño problema. De momento, yo diría que, aunque todo es mejorable, compensa.
🩹 Pequeña mejora semanal
Quiero hablar en concreto de algo que de verdad nos hace la vida más fácil: la planificación del menú mensual. En casa lo solemos hacer el último martes de cada mes y, sí, nos lleva un rato (aunque cada vez menos), pero te aseguro que es mucho menos tiempo que la suma de todos esos pequeños momentos de pensar “qué comemos hoy”, “qué cenamos mañana” que, sinceramente, me agotan. Una vez hecho, la copia a mano (la original) se queda colgada con un imán en la nevera y yo me encargo de copiarla un calendario de Google que tenemos compartido llamado Menú Familiar.

Al igual que los menús semanales, permiten anticipar compras (y ahorrar visitas precipitadas al súper) y establecer una distribución equilibrada de legumbres o la proteína que cada uno considere. Tener esto escrito nos obliga en cierto modo a cumplir lo que nos propusimos cuando no teníamos el cansancio ni el hambre que nos ataca antes de ponernos a cocinar, y solamente esto ya es una ganancia enorme.
La diferencia principal de tener varias semanas seguidas es aumentar esa previsión. Las semanas al final se acaban haciendo muy cortas y es fácil acabar tirando de los mismos recursos. Sin embargo, aquí podemos combinar diferentes platos del mismo tipo en semanas alternas, prever cuándo consumiremos lo que congelamos ahora (y que no se pierda en el congelador del olvido), hacer conservas, planificar recetas de aprovechamiento para varios días o atrevernos a innovar con alguna receta nueva, algo que, sinceramente, no nos saldría si tuviéramos que decidir con poco margen.
Después hay que conocerse, claro. Nosotros, las comidas de los sábados no solemos tenerlas previstas con tanta antelación, así que las dejamos en blanco. Una de las cenas de entre semana suele ser de quema de restos, porque es imposible calcular las cantidades con tanto detalle que ni sobre ni falte. Los lunes, con prisa al mediodía, ponemos siempre algo que sea fácil de comer. Y tratamos de resolver el sudoku de requisitos de comidas que LaPequeña debe llevar a su cole y los almuerzos de ElMayor según el día de la semana, para cocinar lo que sea más aprovechable para todos.
Por supuesto, luego los planes cambian, hay imprevistos… pero no pasa nada, es fácil de recalcular una vez está todo hecho. Una de las minitareas del repaso del domingo es, precisamente, revisar el menú de esta semana para asegurarnos de que nos sigue valiendo y tenemos todo lo necesario.
Estamos a principios de mes, además de que es un mes corto, así que creo que no es mala semana para probar, si te apetece.
💛 Me gusta
No descubro nada nuevo: yo también juego a Wordle a diario. Siempre aprendo alguna palabra nueva en inglés y, en fin, es un pique. Ahora que la ha comprado el NYT le deseo todo lo bueno a su creador (que nunca quiso meterle publicidad, por ejemplo) y espero que sus nuevos dueños nos sigan dando entretenimiento puro, del que recuerda a tiempos más tranquilos en internet.
Los días que me sabe a poco hago también el Mini Crossword de, precisamente, el NYT. Me gusta mucho y me alegra decir que está justo en mi nivel de inglés.
Aquí, Wordle + Euphoria:

📶 Internet, te quiero
Hablando de internet amable. Nunca he sido especial celebradora de San Valentín, pero este meme, con lustros ya de historia, me hace sonreír cada año. Incluso Sean Austin se hizo eco de esta maravillosa tradición el pasado 14 de febrero, una oda sencilla con las palabras justas por el amor y la amistad y que busca cada año cómo reinventarse.
[ Maldita sea, el formato corta el texto de la imagen original. Por si no lo conoces, agárrate el corazón: Sam dice “Espéreme, señor Frodo” porque Sam… va… lentín. ]


Ay, es que me río siempre, de verdad. Feliz semana. Salud.