#11 - Productividad, qué bonito nombre tienes
La tarea de gestionar las tareas
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Qué bonito es hacer cosas. Qué sensación más divina es la satisfacción por el trabajo bien hecho: por marcarse un objetivo, seguir un proceso más o menos largo, sobreponerse a las dificultades y acabar completándolo. Al ser posible, en el tiempo que tenemos previsto para ello, que es siempre un bien escaso. Y después, poder mirar atrás y decir “yo hice eso”, casi con admiración hacia una misma, hacia el yo del pasado.
Qué bonito es poder hacer cosas. Reunir, a la vez, la idea, las ganas, la fuerza y el tiempo para pensar, desarrollar y terminar lo que sea que nos hayamos propuesto. E, idealmente, celebrarlo y celebrarnos también, por pequeño que sea el gesto, que no estamos para desperdiciar ocasiones.

Estos fines tan nobles, como tantas otras ideas, se acaban pervirtiendo; llámalo mundo actual, llámalo capitalismo. El aliciente principal para hacer cosas es la misma necesidad de comer, de tener que trabajar para vivir. Y todo lo que hay que hacer antes de eso, como prepararse durante años para acceder a puestos de trabajo remunerados (esto lleva a que estudiar, por ejemplo, Humanidades se considere un desperdicio). Cuando ese objetivo ocupa un porcentaje elevadísimo de las ganas, la fuerza y/o el tiempo de una persona apenas deja espacio para nada más; por no hablar de que ese tiempo de esfuerzo tampoco es accesible para todo el mundo: si ni siquiera tiene asegurado su presente, cómo va permitirse invertir en su futuro.
¿Estamos a favor de una renta básica universal? Estamos. ¿Y de un acceso justo y público a una vivienda digna, a educación y sanidad de calidad, a recursos para todo el mundo? Mucho tardamos ya. Con esto claro, sigamos.
Otro buen incentivo es que eso que producimos puede llegar a convertirse en lo que nos defina. Soy asalariado precario de 9 a 18, crossfitero martes y jueves y catador de cervezas viernes, sábado y algún domingo; veo más cine y series que la media y opino sobre ello; soy madre-decoradora-ama de casa, pero te lo cuento en instagram; tengo un podcast, una newsletter, diez mil followers; soy la arquitecta de pelo azul; soy escritora. El otro lado del argumento es tremendo, claro: ¿si no produces significa que no eres nadie? ¿Si no lo cuentas, hagas o no hagas, no existes?
¿Y qué es producir, en cualquier caso? ¿Tiene sentido sentirse culpable por “no hacer nada” en los momentos de ocio? ¿Qué opinión nos merecen los jubilados entonces, o la infancia, desde este punto de vista? ¿Y los parados? ¿Y las personas discapacitadas? ¿Los cuidados, siendo imprescindibles desde siempre, pero reivindicándose desde hace muy poco, “producen” algo? ¿Son por ello menos imprescindibles? ¿Menos respetables?
Yo venía hoy con intención de hablar de organización, de prioridades, de objetivos, de estrategias, de Google Calendar pero, una vez más, me pierdo en los disclaimers.
Soy de las que escriben al servicio técnico de Google pidiendo y preguntando por especificaciones concretas. Mi guerra personal desde hace lustros ha sido con las Tareas que, inexplicablemente, han dejado de lado desde siempre. Adoro el papel y la papelería, pero con el Calendar como un apéndice de mi ser y mi memoria futura y pasada, necesitaba este complemento, así que en 2015, después meses de probar bastantes alternativas, me decanté por Todoist. Ya entonces era limpia, sencilla y bastante completa en comparación, permitía bastantes funcionalidades en la versión gratuita, aunque estuve varios años pagando el Premium. Lo principal es que me ayudó a hacer cosas en un momento en que necesitaba toda la ayuda que pudiera conseguir. Además, era compatible con IFTTT, así que me permitía probar varias combinaciones entre aplicaciones. Les he visto crecer y me encanta que les vaya bien. Más adelante probé también Asana, Trello y similares y, aunque me parecían geniales, no eran lo que necesitaba y volví siempre a Todoist.
Durante el confinamiento de 2020, como ya he contado, me enamoré de Notion y, una vez escalada la empinada curva de dificultad de esta aplicación, gracias a Marie Poulin integré en él muchísimas cosas, desde mi diario (que mantengo, aunque en versión light), a objetivos, procesos y, sí, también tareas. Me gustaba mucho el sistema de Poulin (y la filosofía que sostiene su sistema), que yo adapté a nuestras necesidades, pero requería bastante mantenimiento en comparación y, en fin, tuve que elegir utilizar mi tiempo en otras cosas, por ejemplo, completar esas tareas antes que gestionarlas. Quiero ahora volver a relacionar aquí mejor mis ideas sueltas, ya de forma personal, pero la organización de tareas de la familia la tenemos en otro lugar desde el comienzo de curso. Aquí, el vídeo que me voló la cabeza hace casi dos años ya:
Ese otro lugar es ClickUp, que conocí porque patrocinó durante unas semanas el desparecido podcast de Vox, la revista estadounidense con desafortunado nombre aquí (los patrocinios sirven, amigas marcas; gracias por sostener los podcasts que nos gustan, aunque quizá esta vez no fuera suficiente), y ahora mismo tiene todo lo que necesitamos, quizá más. Lo usamos para prácticamente todo, desde la lista de la compra compartida (gracias, siglo XXI) hasta el proyecto de la reforma de la casa de este verano, tremendo melón, pasando por todos los proyectos personales y profesionales que acabé volcando aquí y actualizando a diario. El principal lastre de Notion era la dificultad de incluir fácilmente recurrencias en las tareas y aquí eso está integrado de la mejor forma y, como la constancia y la rutina son la base de la supervivencia en este momento de nuestras vidas (me estoy apuntando esto ahora mismo para desarrollarlo mejor más adelante), ClickUp nos permite apuntar sin emplear un esfuerzo extra que necesitamos para realmente hacer las cosas. Aunque todo siempre es mejorable, claro.
Google Tasks, con su incomprensible imposibilidad de que una tarea tenga a la vez la propiedad de ser recurrente y acoger subtareas, ha perdido para siempre una guerra que tenía ganada antes de empezar, pero en fin, allá ellos. Y es un recurso que puede ser útil estando ahora como está, no lo niego, pero a mí se me queda pequeño.
Una vez más, imagino que esta necesidad de apuntarlo todo, cada pequeño quehacer, responde no solamente al mundo complejo y tremendamente ocupado en el que vivimos, sino también a la falta de control y a la incertidumbre que tenemos en la vida, y esta es la mejor forma que hemos encontrado para darle un orden, un sentido y que al menos sea agradable de mirar. Y sí, a veces, funciona.
📺 Se ha quedado buen día para ver…
“A hacer cosas”. Así se despide cada mañana Ángel Martín en su Informativo Matinal, éxito inesperado de este cómico que llevaré siempre en mi corazón por tantos motivos (incluido aquel bochornoso encuentro en la máquina del agua en la pradera del SLQH). Él lo dice desde la mejor intención que se puede decir esto y con un entusiasmo de los que se contagian. Intuyo que lo conoces, pero por si acaso: en apenas dos minutos y veinte segundos, cada mañana hace un repaso de la actualidad desde el humor, la perspectiva de género, la inclusión y el buen rollo en general; difícil dar más en menos tiempo.
🕸 Conexiones
Durante mis delirios coronavíricos vi Being the Ricardos, la última película de Aaron Sorkin (2021, en Prime Video), protagonizada por Nicole Kidman y Javier Bardem, sobre el matrimonio en la vida real y en la ficción de Lucille Ball y Desi Arnaz. Con tantísimos puntos a favor pensé que me gustaría mucho más, pero en fin, no quería hablar de eso. Ella y a su serie I love Lucy forman parte de la Historia de la Televisión con mayúsculas, pero su influencia llega a cualquiera fuera de ese ámbito y de ese tiempo (imposible no conocerla para sus contemporáneos, con millones de espectadores cada semana): por ejemplo, con un delicioso homenaje en el primer capítulo de esa locura genial que es WandaVision (2021, Disney+), pero con menciones por todas partes.
Solamente en esta semana he encontrado referencias explícitas a ellos en capítulos de The Sopranos (1999, HBO; la estoy volviendo a ver), American Crime Story: Impeachment (2021, Fox, pero aquí ya la tiene Netflix y la estoy devorando) y en la película Bombshell (2019, Jay Roche; protagonizada por Charlize Theron, Margot Robie y, de nuevo, Nicole Kidman).
Y sí, sin pensarlo demasiado me ha salido un ciclo temático sobre acoso sexual en el trabajo y la lucha profesional de las mujeres a pesar de esta lacra estructural con todo lo que estoy viendo últimamente, tras finalizar la segunda temporada de The Morning Show (2019, Apple TV). Cómo escapar de este tema del que por fin se habla.
Esto es todo por esta semana. Ánimo con esa fatiga pandémica mezclada con la bajona de finales de enero. Yo siento que por fin comienzo el año y puedo hacer cosas, aunque en realidad no haya parado en estas semanas.
Un abrazo (ya negativo en antígenos). Salud.