Aviso que viene una de reflexiones piraditas de alguien que quizás pasa más tiempo del que le gustaría enfrascada en tareas domésticas.
La vida en una casa se rige por varios ciclos, a mi entender. Dejo aquí algunos de ellos, a grandes rasgos:
El que marca el reloj, cada día: la rutina de la mañana, la de la noche. Lo que saca y se guarda cada vez, lo que se ensucia y se limpia, los pequeños hábitos que denotan nuestra personalidad, nuestra forma de vida.
Lo que toca cada semana: según el día que sea, las extraescolares, el té de los martes, la película de los viernes… los pequeños rituales que nos acompañan y van creciendo y modificándose a lo largo del tiempo.
El de la limpieza y orden general de la casa, que se lleva como se puede, con lo prioritario, lo que estaría bien tener hecho cada cierto tiempo, lo que solamente se hace en las ocasiones especiales, lo que permanece olvidado casi siempre pero, por alguna razón, un día nos remangamos y nos ponemos por fin con ello.
El de las lavadoras, inacabables. Siempre hay algo que debe ser lavado, tendido, doblado, guardado, puesto y vuelta a empezar.
Por supuesto que se puede vivir sin ser explícitamente consciente de todo esto, pero a mí tenerlo mínimamente sistematizado es lo que me ahorra más esfuerzo y lo que me ancla al mínimo innegociable cuando se me va la rutina de las manos, que es algo que me pasa de vez en cuando. Estos días, por ejemplo.
Hoy me centro en el ciclo de las comidas, o en una parte de él: cómo llevar una despensa. La compra grande se hace muy de vez en cuando, casi todo viene en la semanal, intentamos que casi nada se compre puntualmente, salvo olvidos importantes, sobre todo para minimizar el tiempo –y el esfuerzo; en esta familia no es algo desdeñable– requerido para hacer el recado.
Me produce muchísimo placer colocar la despensa –tengo la suerte de tener bastante espacio, lo que me hace poder comprar más cantidad y ahorrar dinero, paradójicamente– según las diferentes categorías, la frecuencia de uso. No la tengo a la vista y no me quita espacio para nada más. De todas formas, aclaro que mi despensa no se parece a las de los programas americanos; primero, porque madremía qué forma terrible de comer tiene esa gente; segundo, porque no necesito mil compartimentos para clasificarlo todo. Visualmente me encantaría, pero incluso yo tengo que reconocer que no es lo más práctico ni lo más ecológico.
Sin embargo, hay algo que me gusta creo que más que ver la despensa llena: terminar un paquete, una caja, un lo que sea que necesite semanas o meses para ser consumido.
Los alimentos que usamos con frecuencia se ganan el derecho a un bote más accesible –y uniforme visualmente– ya no en la despensa, sino en la propia cocina, el de la imagen. Y este bote debe ser rellenado cada cierto tiempo, claro. Se vacía, se friega, se seca bien, se llena de contenido otra vez. Me da una sensación de deberes bien hechos, dinero bien gastado, de comida bien comida, no echada a perder. Me encanta el crujir de la bolsa de papel de azúcar, el sonido de los granos al caer –aunque cuidado con las legumbres, que hacen muchísimo ruido contra el recipiente–, cómo se desparraman para ocupar todo el espacio de su nuevo hogar.
Me cuesta tanto ser constante en casi cualquier otro aspecto de la vida que ver cómo se completan los ciclos me da mucha satisfacción. Podemos no llegar a lo demás, que el caos de juguetes por medio haya dejado ya de ser adorable hace tiempo o que las pelusas se sepan la clave del wifi, pero el motor de mi casa es la cocina y sigue funcionando; el rato en común de las desayunos, meriendas y cenas sé que será algo que recuerden siempre. Y aquí estoy yo, para darles certezas siempre que pueda.
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Cada martes te cuento cosas que me gustan. No se trata de olvidarme de lo menos agradable y conformarme, sino que busco un relato de mi vida algo más luminoso y valorar lo que tengo y he conseguido.
Si te apetece, aquí te espero.
Otras cosas que me gustan:
Me gusta el frío – (desde el privilegio de saber que no lo sufriré)
Me gusta que una serie que me encanta anuncie su regreso – Algo esperanzador en el horizonte
Me gusta ver el mes con los objetivos cumplidos – Proponerse hacer algo y, pum, hacerlo sin más
Me gusta el subidón de después de hacer ejercicio – Dr*guita de la buena
Me gusta que cumplamos años juntos – Compañero es aquel con quien se comparte el pan
Me gusta guardar el árbol de navidad – La magia existe porque no es cotidiana
Me gusta cuando aún todo es posible – Justo antes de cruzar al otro lado
A mí también :)
Muy fan tuyo, como siempre. jeje
Yo tambien soy de ciclos, basados sobre todo en las tareas del hogar, y siento mucho descontrol cuando algo se los salta. Aún así, he tenido que hacerme más flexible a la fuerza y cosas que antes disfrutaba, como guardar la comida en recipientes o tener las cosas más colocadas... ahora me producen bastante ansiedad.
Será cuestión de encontrar otra manera de organizarme que se adapte más al nuevo yo, imagino. 🤷