💛 Me gusta el brillo del sol en tu pelo
Llevo diez semanas contando cosas que me gustan. Esta es la más especial de todas.
Esperamos al sol y tu pelo refleja su brillo.
Para llegar a este momento, justo aquí, hemos venido en metro, pidiendo que te cedieran el asiento; hay quien no duda, hay quien desconfía. Para que estés así de tranquilo esperando –esperar es dificilísimo– llevamos años trabajando esta rutina, que comprendas… no lo que es un martes, no todavía, pero quizás sí lo que implica. No siempre has estado tranquilo, pero ahora, justo ahora en estos segundos que te miro, sí, y nos felicito por ello. Te maravilla la música de los animales, la de los planetas; disfrutas y aprendes. Tanto esfuerzo ha tenido por fin algo de recompensa. Para todos.
No te gusta nada de nada cortarte el pelo, así que intentamos alargar cada vez, a ver si con suerte nos ahorramos una visita al año a tu peluquero, que te conoce y se excusa porque siempre se le escapa algún mechón, pero aquí todo el mundo hace lo que puede: él, tú y nosotros. Tu pelo, que agradezco cada día que me permites acariciarlo, que es como el mío cuando yo era pequeña, antes de que se me oscureciera muchísimo con los embarazos o ahora, que se me va aclarando con las canas. Los últimos años han contado doble.
Entiendo la teoría de que te parezcas a mí, eso de los guisantes y demás, pero no acabo de comprenderlo. O cómo puede ser que un día estuvieras aquí, cuando antes no había nada. De pronto, pum, un corazón que empieza a latir y ya no parará nunca. Te sentía en mi tripa, provocabas terremotos, notaba hasta tu hipo. Tú te aprendiste mi latido, mi voz, mi comida favorita, que sigue siendo la tuya. El día que naciste no puedo compararlo con nada: el dolor, el agotamiento, el que yo me dejase de importar, el perder el control, el terror de que algo estuviera yendo mal sin yo poder hacer nada. No entender lo que me decían, no poder tenerte en brazos cuando me lo imploraba cada célula.
Mi cuerpo funciona y me parece un regalo. Cómo algo puede ser tan mío y, de vez en cuando, sentirlo tan ajeno a quien soy. Me avisa de que necesito comer, respira sin que yo sea consciente, crece y envejece avisándome cuando ya está todo hecho; de nada sirven mis quejas o lo que yo haga por intentar evitarlo.
Estoy aquí gracias al esfuerzo de mis ancestros, que harían lo imposible por sacar a los suyos adelante. Por la mezcla impredecible de unos con otras en concreto y no en cualquier otra combinación, quién sabe con qué historias, intereses, migraciones, enfermedades, guerras o accidentes sorteadas, puras casualidades, generación tras generación.
Porque una especie concreta encontró que la mejor forma de sobrevivir era en sociedad, con ciertas normas, rituales, más o menos empatía con los semejantes. Que podían organizarse para conseguir comida, cuidarse mejor entre todos. Antes de eso la lucha por la supervivencia sería mucho más feroz, perpetua, dando gracias por ver el sol, este mismo sol que te alumbra a ti ahora, un día más. Y siendo, por primera vez, conscientes de esos semejantes, del amor más allá del instinto, del propio pensamiento, de estar vivos durante un tiempo determinado, ni antes ni después.
Los animales, como seres vivos que somos, ponemos todo nuestro afán en no morir y, si podemos, reproducirnos antes de eso –por suerte, nuestra especie, nuestra sociedad al menos, en términos generales, está ya por encima de esto; siguen siendo muchos condicionantes, pero estamos mejor que antes–, lo mismo que un elefante, que una palmera, que una hormiga, que una ortiga, que una ameba. Algo pasó en ese caldo primigenio –hay estudios apasionantes al respecto– que permitió que una minicosa –pero yo no soy experta, me perdonarás– se juntase con otra minicosa y diera lugar a algo más complejo y que, además, fue capaz de dividirse, pum, en dos exactamente iguales al original. Y no parar ya nunca.
Con paciencia, con mucha paciencia, durante una escala de tiempo que se me escapa, todo eso se gestó sin testigos, sin una intención, en una bola caliente flotando en el espacio. Con la fortuna de estar cerca de una estrella, esta estrella, pero no demasiado cerca, en el punto justo para que, con todo el tiempo por delante, llegásemos hasta aquí. No sabemos exactamente cómo de improbables somos; solo sabemos que, de momento, somos únicos. Conscientes de nuestro entorno, de nuestra suerte, de nosotros mismos.
De todo lo que ha tenido que pasar para que yo vea ahora el brillo del sol en tu pelo.
Ojalá algún día seas tú también consciente de todo esto. Felices siete años.
Si te interesa, si te aporta, si te gusta lo que escribo me alegro muchísimo, de verdad.
Puedes darme un corazón, seguirme, apoyarme con cafecito aquí, que es lo que me mueve. Me ayuda un montón 💛
Cada martes te cuento cosas que me gustan. No se trata de olvidarme de lo menos agradable y conformarme, sino que busco un relato de mi vida algo más luminoso y valorar lo que tengo y he conseguido.
Si te apetece, aquí te espero.
Otras cosas que me gustan:
Me gusta mantener la despensa – (desde el privilegio y la abundancia)
Me gusta el frío – (desde el privilegio de saber que no lo sufriré)
Me gusta que una serie que me encanta anuncie su regreso – Algo esperanzador en el horizonte
Me gusta ver el mes con los objetivos cumplidos – Proponerse hacer algo y, pum, hacerlo sin más
Me gusta el subidón de después de hacer ejercicio – Dr*guita de la buena
Me gusta que cumplamos años juntos – Compañero es aquel con quien se comparte el pan
Me gusta guardar el árbol de navidad – La magia existe porque no es cotidiana
Me gusta cuando aún todo es posible – Justo antes de cruzar al otro lado
Qué precioso texto ❤️ soy mamá de un pequeño de 5 años y pienso constantemente en los errores y aciertos que hemos cometido criándolo, haciéndolo la persona que es (mi favorita en el mundo hoy), y en cuántas cosas han estado fuera de mi control… en cuántas situaciones y personas más vendrán y lo marcarán para siempre.
Gracias por escribir 🌞
Te deseo muchos días de rayos de sol en su cabecita 🫶🏻 y que sepa siempre lo amado que es.
Precioso. Soy madre y, fíjate que chorrada... pero cuando me dice Mamá aún me sorprendo. Tiene 12 años
Es muy bonito tu post🫂